9.10.05

La economía es fácil

PAUL A. SAMUELSON

La economía sabe cómo aliviar sus problemas. La geopolítica, la sociología, el nacionalismo y la delincuencia son desesperadamente difíciles
La historia carece de buen sentido. Si el parlamento de Jorge III hubiera concedido a sus primos del Nuevo Mundo todas las libertades otorgadas a los ingleses nacidos libres, quizá el mundo habría sido muy, muy distinto en el siglo XXI. Inicialmente, desde luego, la superioridad de Estados Unidos sobre Reino Unido (o Francia o Alemania) no fueron las matemáticas. La Revolución Industrial de alta tecnología -la máquina de vapor de Watt, los telares automáticos y las máquinas de hilar- la importamos de Europa. Posteriormente la electricidad y el telégrafo inalámbrico, de los que tanto dudaron los teóricos ingleses y alemanes, se convirtieron en rentabilidad en los Estados Unidos del siglo XIX. Estados Unidos instauró una novedosa cultura de empresa competitiva al estilo Schumpeter. Los inteligentes artesanos estadounidenses se convirtieron en grandes inventores y empresarios. Como los japoneses a finales del siglo XX, éramos grandes copiadores, imitadores, mejoradores.
Los EEUU continentales lo tenían todo: extensas praderas de cultivo; minas de cobre, hierro, carbón, estaño, e incluso petróleo. Sí, la Rusia zarista de 1890 también tenía espaciosas hectáreas de tierra de cereales. Pero el zar constituía en sí un lastre para el potencial productivo de Rusia. Los siervos agricultores del país eran prácticamente esclavos. Los geólogos rusos y extranjeros sabían poco o nada sobre los ricos recursos mineros y petrolíferos de Siberia. Las aristocracias son buenas para las cocinas de los cafés y los ingresos de los casinos de juego. Pero por lo general reducen en lugar de aumentar el nivel de PIB y la tasa de crecimiento. La economía es de hecho una materia fácil. Sabe cómo mejorar sus propios problemas. La geopolítica, la sociología, el nacionalismo y la delincuencia son materias desesperadamente difíciles.
Hagamos una comparación objetiva. La producción del mundo real ha crecido de manera sostenida desde 1995 hasta 2005. Y donde más ha aumentado es en las regiones más pobres de Europa del Este y Asia Occidental. ¿Se ha producido esto a expensas de la tasa de crecimiento de Estados Unidos en 1995-2005? No. La tasa anual de crecimiento estadounidense ha oscilado entre el 2% y el 5%. En comparación con las tasas de desempleo en Alemania, Francia e Italia -el núcleo del Mercado Común después de la II Guerra Mundial- nuestra tasa de desempleo es casi la mitad. Durante la Guerra Fría, en Naciones Unidas, UNESCO y el Banco Mundial, economistas faccionarios hablaban de "tres modos económicos". El primero, el modo de mercado de Estados Unidos; el segundo el modo comunista de Stalin, Castro, Mao y Corea del Norte; el tercero, el modo cooperativo de la Yugoslavia de Tito.
La despiadada competencia darwiniana ha estrechado el campo. No sobrevive ninguna segunda vía comunista con un rendimiento digno de elogio, que proporcione a las masas un nivel de vida decente o un patrón de libertades democráticas. Yugoslavia se ha unido a Afganistán, Somalia y otros casos perdidos de limpieza étnica y holocausto masivo. Y no hablemos de ningún triunfo del "modo estadounidense". El mercado no tiene Made in America escrito en la etiqueta. El modo de mercado presenta distintas formas.
El modo varía desde los países escandinavos igualitarios hasta el almirante Pinochet de Chile, convertido en director gerente del capitalismo fascista impuesto. En Estados Unidos, el péndulo de Franklin Roosevelt, John F. Kennedy y Lyndon Johnson en 1933-1980 osciló hacia la izquierda para crear un Estado social mixto. Desde la victoria electoral del republicano Ronald Reagan en 1980, el péndulo ha oscilado hacia la derecha, alejándose del altruismo y el laicismo hacia una forma plutocrática de política basada en los grupos de presión, en la que cada votante tiene un voto, pero cada grupo de presión de las empresas y los magnates puede comprar la mente de miles de votantes.
El fin no está a la vista. Convertir los Estados de Oriente Próximo en democracias al estilo Woodrow Wilson, con libertad de creencias, es un problema irresoluble. Ningún especialista en la teoría de los juegos tiene una solución para evitar la expansión de las armas nucleares de destrucción masiva. En comparación con esto, la economía es fácil. Greenspan no es un analista perfecto, pero él y muchos de los libros de texto actuales saben la manera de evitar que el futuro papel de líder estadounidense acabe mal.

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